Volvemos otra semana mas con este nuevo espacio que la pasada semana inicié. Hoy debuta mi querida Laura Sánchez, llevándonos hasta el corazón del Barrio León (Sevilla) .Desde donde cada Lunes Santo sale San Gonzalo.
Hoy Laura Sánchez nos habla de una obra soberbia en la que Ortega Bru dejó su impronta tan personal, una obra que cada vez que pisa la calle deja atónitos a todos los que la observan, tanto por su hechura como por su forma de andar.
Muchas gracias Laura por tu colaboración.
Con todos ustedes el SOBERANO PODER.
EGO SUM...
Ntro. Padre Jesús en
su Soberano Poder ante Caifás.
Luis Ortega Bru (San
Roque, Cádiz, 16 de septiembre de 1916-Sevilla, 21 de noviembre de 1982)
Pontificia y Real
Hermandad del Santísimo Sacramento y Cofradía de Nazarenos de Ntro. Padre Jesús
ante Caifás, Ntra. Sra. de la Salud y San Juan Evangelista (Hermandad de San
Gonzalo).
Sale en procesión
penitencial el Lunes Santo en la ciudad de Sevilla.
La cofradía se funda
en 1942 en la parroquia de San Gonzalo, efectuando por primera vez su estación
de penitencia en 1948. El primer paso representa el momento en que Jesús está
ante Caifás, sumo sacerdote del Sanedrín, en presencia de Anás, José de
Arimatea, un soldado romano y un esclavo negro que entre sus manos sostiene el
libro de las profecías.
El grupo fue elaborado por Antonio Castillo Lastrucci en el año 1962, si bien, llegado 1974 se percibe que la imagen de Cristo no se encuentra en buenas condiciones ya que despedía aserrín cuando se procedía a su manipulación. Aprovechando esta circunstancia, la hermandad se dirige a Luis Ortega Bru, que en ese momento se había alejado de su tierra para establecerse en Madrid, a fin de que tallara una nueva imagen del Redentor.
El rostro del Caifás
refleja con un realismo extraordinario, el carácter exacerbado, la ira y la maldad que era capaz
de manifestar el Sumo Sacerdote en contraposición con la nobleza de Cristo.
La obra fue realizada
en un periodo dentro de la producción del artista que algunos autores, como D.
Benito Rodríguez Gatius, califican de “etapa
del barroco depurado”, de tendencia más expresionista, menos equilibrada y
serena, en la que el autor juega con determinadas desproporciones anatómicas
para generar imágenes de gran fuerza y dinamismo bajo postulados de la terribilitá miguelangelesca.
Pero quizás éste no
sea un paralelismo caprichoso, ya que ambos artistas fueron espíritus
atormentados, Ortega Bru por el drama familiar que le tocó vivir cuando
fusilaron a sus padres en plena Guerra Civil, y Miguel Ángel por sus
enfermedades: “Vivo solo y miserable, encerrado como la savia dentro del
árbol. Mi voz es como una avispa prisionera en un saco de piel y huesos….
Mis dientes castañean como las teclas de un viejo instrumento musical… Mi
cara es un espantapájaros… Hay unos zumbidos incesantes en mis oídos, en uno
una araña teje su red, en el otro, un grillo canta toda la noche… Mi catarro,
que causa un estridor en mi garganta, no me deja dormir. La fatiga me ha
doblegado, y el asilo que me está aguardando, es la Muerte.”
El poderío que irradia
la imagen de Cristo hace honor a su nombre pues estamos ante una talla
portentosa, de gran carácter y expresividad, vanguardista, aunque inserta en el
tradicionalismo del arte sacro. En un maravilloso dominio de los volúmenes
modela la dureza de un rostro que, con la mirada baja, no olvida otorgarle la
serenidad y humildad de quien asume su destino, y lejos de representarnos un
hombre abatido, sus ojos, en contacto con el fiel, miran y es mirado.
“Mi Cristo para Sevilla”. No hay leyenda más hermosa que el
maestro pudiera tallar en la peana de su imagen como símbolo del orgullo que
sintió al verlo terminado, cuando la madera cobró vida y vio en ella a Cristo.
Dicen los que
conocieron al maestro que fue una persona introvertida y callada, pero siempre inconformista e innovador en su arte. Él
mismo, definía su obra como fruto del desgarro: "(...) Mi arte es la expresión del alma de mis amigos que han
muerto luchando por un ideal. Son como sueños torturados. Expresiones no sólo
de la simple imaginería, sino de la fuerza que yo siento. Los que me tachan de
duro, no saben que yo no puedo vender mi arte a los que solo quieren ver
reflejados muñecos bonitos".
Es una pena que la
Hermandad no decidiera acometer la renovación completa del misterio, porque sin
desmerecer la obra de Lastrucci, Ortega Bru posee una calidad artística y un
sello personal muy alejado de aquel.
Por ello Luis Ortega
Bru, es a día de hoy, un referente de la imaginería procesional española del
siglo XX, con obras vanguardistas y
desgarradoras, fruto de un espíritu rebelde y soñador que no le impidió embargar sus obras de un
halo de misticismo que no deja indiferente a quien las contempla.
Laura
Sánchez Rosique.
Historiadora
y Crítica de Arte.
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