La verdad es que no tenía yo muy
claro que iba a escribir esto que estoy escribiendo, no sabía si escribirlo por
no ser un poco pedante, o por que tuviera un interés real para la gente que
visita mi blog. Pero aquí me encuentro, a unas horas de que el año 2017 pase a
la historia, un año 2017 que por supuesto no voy a detallaros al dedillo, pero sí
que voy a compartir con todos ustedes algunas pinceladas de mi año.
Ciertamente el
2017 , según yo, se puede escribir con las mismas letras, puntos y comas que el
2016, pero con un poco más de luz, las cosas parecen que comienzan a ser un
poco más estables, sobretodo laboralmente hablando, aunque he tenido que
trabajar en el almacén de frutas para
ganar algunos pelas, lo que me hizo ser un poco más humilde y tener los pies en
el suelo, mas, si es posible, pero también reconocer el trabajo de aquellas
personas de una nacionalidad u otra que se matan a trabajar por ganar unos
ahorros para poder llevarle el pan a sus familiares. Fueron pocas semanas las
que estuve, pero conocí a personas con un corazón y un espíritu de sacrificio impresionante,
conocí historias personales que me emocionaron y me tocaron la patata, por todo
lo que aprendí, sufrí y trabajé mi reconocimiento a las personas que trabajan
en la huerta o en los almacenes para llevarle el pan a sus familiares, ¡la
sociedad os debe mucho!.
En clave de personas, el 2017 me ha regalado dos nuevas y grandiosas amistades, la verdad es de lo
mejor que me llevo en este año. Joaquín Yelo y Encarna Talavera, dos monstruos
en los suyo, Encarna es una creadora innata de sentimientos, un alma ejemplar,
solidaria y que cuenta historias, sueños, vivencias y experiencias con una voz
que enamoraría hasta al más renegado de los seres humanos, Joaquín no es muy de
palabras ni primeros planos, todo lo contrario que Encarna, el prefiere meterse
en su estudio/habitación poner en marcha el teclado y crear emociones, su voz
son las partituras y su corazón las batutas que dirigen los designios de tantas
personas que confiamos y